El documento, difundido hoy por The Sunday Telegraph, se da a conocer dos días antes del inicio de la investigación pública sobre la participación del Reino Unido en la guerra, que contó con el apoyo del entonces primer ministro británico, Tony Blair. Según este periódico, el informe contiene entrevistas con altos mandos del Ejército, que explican que las tropas británicas fueron expuestas a "riesgos significativos" a causa de una operación "precipitada", que "careció de coherencia y recursos". Se trata de cientos de páginas con datos clasificados como "secretos", en los que los responsables de la invasión sobre el terreno expresan su frustración y enfado con el Gobierno.
Esta preparación precipitada fue consecuencia de que Blair quiso mantener en un pequeño círculo sus planes para apoyar a EE.UU. en la invasión de Iraq, que, según estos documentos, comenzaron en febrero de 2002, trece meses antes del inicio del la operación militar, y que tenían como objetivo principal derrocar a Sadam Husein.
Durante todo 2002, Blair reiteró públicamente que el objetivo del Reino Unido era "desarmar a Iraq, no cambiar su régimen" y que no había preparativos en marcha para invadir el país mientras continuaran los esfuerzos diplomáticos para que el depuesto régimen de Bagdad renunciara a su inexistente arsenal de destrucción masiva. Se cita al general Graeme Lamb, responsable de las fuerzas especiales durante el conflicto, que dice textualmente: "yo había estado preparando la guerra desde principios de 2002".
Los documentos revelan que la invasión contó con unos recursos casi ridículos, hasta el punto de que algunas unidades entraron en combate con cinco balas para cada uno de sus soldados. También se pone de relieve que muchos militares tuvieron que ser desplazados hasta la zona de combate en aviones de aerolíneas comerciales, llevando como equipaje de mano su armamento, que en algunos casos fue incluso confiscado en los aeropuertos. El sistema de radio durante el combate dejaba de funcionar cada día al mediodía a causa del calor y la cadena de suministros mostró errores tan ridículos como el de hacer llegar hasta el desierto "un contenedor lleno de esquís", según uno de los militares.
El Foreign Office no creó un departamento para gestionar la posguerra hasta tres semanas antes del inicio de la contienda, que elaboró planes que "no contenían detalles sobre qué hacer una vez que Bagdad hubiera caído", lo que causó numerosos problemas. Los jefes militares calificaron de "atroz" y "horrorosa" la falta de apoyo del Gobierno a la reconstrucción, lo que, en palabras de unos de los comandantes, hizo que "se perdiera una oportunidad de oro" para ganarse el apoyo de la población iraquí. También denuncia la casi absoluta ausencia de planes para salvaguardar la seguridad de los civiles iraquíes y para cumplir las obligaciones de guerra de la Convención de Ginebra.
El análisis del combate concluye que fue "un éxito militar significativo", pero admite que fue contra "un ejército de tercera" y que careció de la preparación necesaria para hacer frente a los problemas de los cruciales primeros 100 días de la ocupación.