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13 de septiembre de 2007

Muere otro sargento boricua en Irak

En medio de la tensión de la cruenta guerra en Irak, el sargento puertorriqueño Gregory Rivera Santiago sacó un momento para enviar un regalo a su esposa, Brooke, quien cumplía años el pasado sábado. Pero hubo algo que llegó primero que el regalo: la noticia de su muerte.

Rivera Santiago, de 26 años, falleció el lunes cuando el vehículo en que viajaba junto a otros seis militares se volcó, en circunstancias que no han sido del todo precisadas. Todos murieron.

Rivera Santiago, miembro de la División Aerotransportada del Ejército, es el soldado puertorriqueño, confirmado número 65 que cae en las guerras estadounidenses en Irak y Afganistán.

"Él decía que estaba casado con el Ejército", señaló en entrevista telefónica con El Nuevo Día su madre, Carmen Santiago, quien reside en Santa Cruz.

Brooke, quien reside en Carolina del Norte, recibió su regalo el martes.

El lunes, relató Santiago, Brooke recibió varias llamadas de funcionarios del Ejército de Estados Unidos indagando sobre su dirección. Pensó que se trataba de una broma de cumpleaños de su esposo. Luego llamó a su suegra Carmen Santiago para decirle que algo sucedía con Gregory.

Rivera Santiago dejó una esposa y tres hijos: Xiomara de siete meses, Gregory III de dos años y Ayani de cuatro años. Debió abandonar Irak en junio, pero su estadía se extendió hasta noviembre debido al recrudecimiento de las hostilidades en el país invadido por Estados Unidos en el 2003.

Su madre y su padre, Gregorio Rivera, que se encuentra en la Isla desde hace varios meses, describieron al joven como un hombre serio y de pocas palabras, pero dedicado a su familia. Disfrutaba de la pesca, el baloncesto y de vez en cuando se aventuraba en la cocina. "Era mi ayudante cuando yo hacía bizcochos. Él hizo el bizcocho de dos años de Ayani y del otro bebé. Compró los moldes y me llamó para pedirme tips", comentó con un dejo de tristeza Santiago.

También sentía pasión por su oficio.

El militar nació en Puerto Rico, pero su familia se trasladó a Santa Cruz cuando tenía un año. Allí vivió hasta que se enlistó en las fuerzas armadas a los 18 años. Cuando sus padres se separaron pasaba los veranos en suelo boricua junto a otros tres hermanos.

"Como no cabían todos juntos, sus hermanas dormían con su padre y los varones en mi apartamento", relató su tía materna Ana María, quien apuntó que su sobrino sacó el nombre y el temperamento serio de su abuelo.

Ana María y Gregorio también comentaron que Gregory comenzó a cambiar con el Ejército. Pasó de un chico flaco y tímido a un hombre conversador y vivaracho.

Gregorio habló con su hijo por última vez en el verano de 2005, pero se mantenía informado de sus asuntos a través de sus hijas, mientras Santiago conversó con su hijo en julio durante una visita de los nietos a Santa Cruz.

"Lo noté contento. Nunca hablaba de la cosas del Ejército con pena. Estaba sorprendido porque los nenes estaban aprendiendo a nadar y él decía que no podía ser porque no les gustaba la playa", narró Santiago.

El militar será enterrado en Santa Cruz, según su deseo.

Por: Cynthia Lopez Cabán