...LA GUERRA ES LA ANTITESIS DE LA PAZ Y NOSOTRAS LUCHAMOS POR LA PAZ...

5 de abril de 2006

SPT: Huellas de la Guerra

Síndrome Post Traumático
Huellas de la guerra

1 de marzo de 2005
Perla Franco
CLARIDAD

pfranco@claridadpuertorico.com


Mucho se ha hablado de los boricuas que a través de las diversas guerras han resultado en luto para cientos de familias puertorriqueñas. Dolor que en el fondo cuestiona por qué murió ese ser querido, que no se satisface con la explicación oficial de que fue en defensa de la patria, –la de los estadounidenses que son los que van a la guerra y reclutan a nuestros jóvenes obligatoriamente o por medio de manipuleo sicológico–.

Pero también están las “bajas” que no mueren en la guerra pero cuyo regreso a casa se convierte en un infierno para ellos, su familia y la sociedad. Y es que la guerra deja una huella que nunca se borra. Muchos de esos soldados, los que no llegan mutilados físicamente, llevan dentro de sí una batalla que se convierte en pesadilla: el Síndrome Post Traumático (PTS por sus siglas en inglés) del que muchos jamás llegan a recuperarse como para continuar la vida que dejaron antes de ir al frente de guerra. De ésos muy poco se ha hablado. Existe una especie de código de silencio y miedo que mantiene en secreto historias comunes que destruyen la vida de muchos de ellos. La opción de no ir a la guerra sigue siendo la única que podría detener cualquier ascenso en este deterioro de la calidad de vida.

Así lo declaró a CLARIDAD la sicóloga Sonia M. Santiago Hernández, quien lleva 22 años en la práctica clínica de la sicología tanto en Puerto Rico como en Estados Unidos y quien a su vez es parte del comité Madres Contra la Guerra. De su experiencia sustrajimos algunos casos que ejemplifican los efectos de la guerra en los que sobreviven a ella.

Paranoia y pesadilla que no termina
Con 28 años de edad, casado y con dos hijos de cinco y siete, un joven salió de la Guardia Nacional de Puerto Rico a cumplir 15 meses en la guerra en Irak. Cuando regresó, las tradicionales fiestas y recibimientos familiares colmados de alegría se opacaron en apenas unos días. Comenzó a tener cambios en su comportamiento y a responder violentamente a su esposa. El acoso sicológico se convirtió en su práctica. Buscaba en sus gavetas, olía su ropa y hasta las sábanas y empezó a cuestionar a sus hijos qué hombres habían visitado la casa en su ausencia. Decía que ella le era infiel. No dejaba de llamarla al trabajo y la perseguía a escondidas. El caso llegó a tal extremo que la mujer tuvo que poner una orden de protección bajo la Ley 54 de violencia doméstica. Actualmente están en proceso de divorcio y ella desconoce el paradero de él. Lo que sí sabe es que el Hospital de Veteranos de Puerto Rico no tenía la capacidad de atender casos como éste.

Otro caso fue el de otro joven de 21 años que se inscribió para servir en el Ejército por cuatro años. Al año de estar en Irak, a donde fue movilizado, recibió unas vacaciones para visitar a su familia que lo recibió con bombos y platillos. Pero no tardó mucho en que sus padres notaran un cambio en su personalidad. Lo veían taciturno, huraño y no quería ver a sus compañeros de escuela superior que iban a visitarlo.

Pasaba horas muertas encerrado en su cuarto y sus padres lo oían gritando de noche. La mamá trató de que el Ejército atendiera el caso pero como el muchacho no quería aceptar su condición no se pudo hacer nada. El joven regresó a Irak tan pronto se le vencieron sus vacaciones. Padecía, sin saberlo, del Síndrome Post Traumático (PTS por sus siglas en inglés).

El PTS, aunque puede padecerlo toda persona que ha sido expuesta a situaciones de alto riesgo en las que se haya visto involucrado personalmente, es rápidamente identificado por los soldados como un padecimiento común entre ellos. Algo que les aterra. Entre las características que puede presentar están: manos frías y sudorosas, sentirse en alerta fisiológica constante, reacción de atacar al que identifiquen como enemigo o por el contrario huir de la situación. Existe evidencia científica de que en esos momentos en el cerebro sucede una especie de “apagón” que se manifiesta en problemas de la memoria. Es una especie de autoprotección o mecanismo de defensa del organismo. A los soldados, les causa periodos de amnesia o por el contrario, algo que les recuerda el escenario de guerra y salen gritando, con los ojos desorbitados. En ese momento, se transportaron allí.

El tercer caso es de una mujer reservista de 23 años. Madre, casada con dos hijos. Cuando regresó luego de 15 meses en Irak se encontró que su esposo ya tenía una nueva pareja. Él le había entregado sus dos hijos de tres y cuatro años a su suegra y se había ido a vivir con su nueva compañera.

Es un rezago de la guerra
Quisimos conocer qué puede hacer una familia que enfrente situaciones como las anteriores. Nos comunicamos con el Mayor Luis Orengo, de la Guardia Nacional de Puerto Rico, quien contestó que el Síndrome Post Traumático (PTS por sus siglas en inglés) es una especie de trauma “normal” que presentan personas que han estado bajo situaciones de alto estrés “que presumimos es un rezago de la guerra” y que es el Ejército el que se encarga de evaluarlos a su regreso de ésta. Añadió que el Hospital de Veteranos es el que ofrece tratamiento a los casos más graves. Dijo desconocer los criterios para declarar a un soldado con cualquier condición mental como el PTS que requiera ayuda posterior porque ese diagnóstico se hace en la base militar estadounidense a la que regresa el soldado. Dijo sólo conocer que a éstos se les somete a una serie de pruebas tanto físicas como sicológicas para conocer si pueden regresar a su vida de antes sin mayores problemas. Es allí donde se diagnostica al soldado antes de devolverlo a casa. Por ello, explicó Orengo, en la isla no se interviene en ese proceso.

Vive en carne propia el mismo dolor
Muchos creerían que la sicóloga Santiago Hernández ya está curada de espanto al oír historias tan tristes como las anteriores. Pues no. Curiosa y contradictoriamente, esta mujer, que ha dedicado intensos años de su vida –desde su época universitaria-, a luchar por la paz y en contra de la guerra, vive en su casa la misma pesadilla que otras miles de madres boricuas. Uno de sus cuatro hijos, el segundo, se alistó en el ejército.

Cuando Santiago Hernández habla de ello, detalla el eje de la contradicción que asegura le da más sentido a su lucha antimilitarista y ejemplifica en su propio hogar la principal razón que lleva a cientos de jóvenes a inscribirse en la milicia. Insiste en que tener un hijo en el Ejército debe ser una fuerte razón para luchar contra la guerra. De ahí su convicción de que por amor a su hijo es que lucha para que éste regrese a casa lo antes posible. Aun así, afirma que no habla por su hijo, sino por una convicción propia. Veamos su caso.

“Mi hijo se graduó de bachillerato y estuvo 10 meses desempleado, como tantos jóvenes de este país. Y… no es solamente la influencia del ejército, es también la de los amigos. Él tenía un amigo que también se iba a apuntar en el ejército porque le iban a condonar la deuda de los préstamos estudiantiles.

“Y los van embabucando… y los van enamorando…y vas a pasear… y vas a ver tierras exóticas; era la época de (el presidente) Clinton...

“Él no se atrevió discutir el asunto conmigo. Después que se apuntó fue que me lo dijo. Y así han sido cuatro años de angustia… Acaba de terminar su asignación y ahora empieza cuatro años obligatorios como reservista. Porque cuando el joven se apunta voluntariamente por cuatro años, se extiende a ocho porque el contrato establece que aunque se salga a los cuatro años, se tiene que quedar como reservista”, detalló Santiago Hernández.

Actualmente, 87 por ciento de los reservistas de Puerto Rico está en la zona de conflicto en Irak y Afganistán, versus un 40 por ciento de reservistas norteamericanos. Esos son los únicos números que se conocen de la participación de boricuas en el ejército y es porque son activados en la milicia directamente desde Puerto Rico. Ahí se puede ver a quiénes el Ejército usa para sus guerras. Principalmente a boricuas y negros, especialmente pobres que van con la esperanza de mejorar su situación económica, añadió la sicóloga.

De los infanteros de guerra, los marinos y los soldados regulares, no hay números porque cuando se inscriben en Puerto Rico van asignados a bases en Estados Unidos y si resultan ser bajas no los cuentan como puertorriqueños, los contabilizan como bajas estadounidenses. Santiago Hernández reveló que aunque se han hecho esfuerzos por conseguir cifras específicas de esos soldados puertorriqueños, el ejército se ha negado a entregarlas. Aun así, se conoce por diversas vías no oficiales, que hay alrededor de 200 muertos puertorriqueños producto de la guerra en Irak.

Tomado de Periódico CLARIDAD
Edición 1 de marzo de 2005