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20 de abril de 2008

La otra guerra de los soldados

Por Mildred Rivera Marrero / mrivera1@elnuevodia.com
Tras regresar de Irak y Afganistán, los militares boricuas enfrentan un desafío mayor y muchas veces más doloroso: reinsertarse en su familia, pero con los traumas de la guerra en la espalda.

La guerra de Irak alteró completamente el matrimonio de Carlos Labarca y Maribel Méndez. Hasta el punto de que un beso podía convertirse en el detonante de un serio conflicto matrimonial.

"Yo un día por poco la mato en un revolú de esos cuando ella me dio un beso. Yo estuve 16 meses allí y tú llegas acá y que te den un beso mientras estás durmiendo, que uno está todavía con un ojo abierto y uno cerra'o. No es fácil", contó el joven de 37 años, que estuvo en territorio árabe del 2004 al 2005 y que regresó con el lado derecho paralizado totalmente, con cinco lesiones en el cerebro y con la audición y la visión afectadas.

Además de la agresividad, ansiedad y sobresalto constante ante cualquier ruido inesperado -que es común en la mayoría de los soldados que regresa de un escenario bélico como Irak o Afganistán- Maribel tuvo que enfrentar la realidad de que su esposo dependería totalmente de ella. La rutina que llevaba con sus tres niños se amplió para ayudar a bañar, vestir y darle las medicinas a su marido; llevarlo a citas médicas y empujar la silla de ruedas o ayudarlo a subir y bajar las escaleras de su casa.

"El depende de mí y, si me cansaba con tres varones, con cuatro me canso un poquito más", reconoció Maribel, quien dejó su trabajo para manejar la situación.

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