Sólo dos años después Rumsfeld se veía obligado a admitir que las insurgencias pueden aguantar "de 5 a 12 años". El caso es que ayer, cuando cumplieron cuatro años del inicio de la guerra, no se vislumbra una salida. Ni la Administración de Bush ni los demócratas, divididos, tienen hoja de ruta. Estados Unidos no sabe cómo marcharse de Irak, pero tampoco cómo quedarse. O quizá sí, si lo que busca es un caos que justifique una presencia militar permanente en aquel país.
En todo caso, el sueño de los neoconservadores de un Irak democrático que irradiara estos valores sobre la región se ha venido abajo.
Los propios mandos militares, entre otros el general David Petraeus, en quien Washington deposita sus últimas esperanzas al frente de esta misión imposible, ha declarado que todas las opciones son malas. Ya nadie, salvo Bush aún de vez en cuando, habla de victoria.
Se trata de minimizar daños
La Administración de Bush nunca se ha comprometido a sacar las tropas de Irak, ya no con fecha fija, sino siquiera aceptando el concepto. Y sin embargo son varios los expertos y diplomáticos que se lo recomiendan, como Zbigniew Brzezinski: el antiguo consejero de Seguridad Nacional del presidente Carter ha escrito que nadie, dentro o fuera de Irak, "tiene incentivos para llegar a un compromiso mientras Estados Unidos mantenga la situación más o menos a flote".
Mientras, la coalición internacional se va deshaciendo. Tras España e Italia otros países han retirado sus tropas.
Incluso Tony Blair está rebajando la presencia militar británica. Estados Unidos se va quedando solo.
Por: Andrés Ortega / El País Internacional