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4 de mayo de 2006

Pablo Paredes: De la ignorancia a la conciencia

“Yo no puedo decir qué pasa en la mente de los norteamericanos. Yo puedo decir cómo, qué me pasó a mi”. La sinceridad y sencillez con que el joven Pablo Paredes narra cómo fue su proceso de toma de conciencia en contra de la guerra y el militarismo, es un aliciente para mantener la confianza en nuestra juventud.

El primer boricua objetor por conciencia de la guerra de Irak estuvo de visita recientemente en Puerto Rico para participar de una jornada en contra de la guerra auspiciada por la Coalición Ciudadana Contra el Militarismo (CCCM) y Madres Contra la Guerra (MCG).

De madre boricua y padre ecuatoriano, criado en la ciudad de Nueva York, el joven reconoció que en Estados Unidos, “uno crece con una pared estilo Berlín, es decir, sin saber qué pasa realmente en el resto del mundo”. Por eso, a los 18 años, como muchos otros jóvenes con necesidad económica, se dejó seducir por las mentiras de los reclutadores militares. “Un militar mismo ha dicho que se está cruzando la frontera entre un ejército de voluntarios y un ejército de mercenarios”, citó el joven que estuvo cinco años y un mes en la Marina de Guerra de Estados Unidos.

En una presentación ante un público estudiantil en la Facultad de Estudios Generales del Recinto de Río Piedras de la UPR, Pablo contó su historia. “Siendo Estados Unidos el país de mayor poder económico uno pensaría que los programas sociales son increíbles. No es así, es un país donde hay mucha pobreza, el acceso a la educación no es muy bueno, el acceso al seguro médico no es muy bueno. Hay mucha gente que no tiene muchas opciones, como yo, que vengo de una familia humilde de segunda generación en Estados Unidos. La única oportunidad que tenía era ese reclutador que me pudo convencer al ofrecerme 60 mil dólares. Así que me metí a lo militar y la realidad era que yo no tenía ninguna opinión negativa sobre la guerra, sobre la situación política, no entendía, era sumamente ignorante sobre la situación fuera de los Estados Unidos, vivía detrás de esa pared de Berlín que existía”.

Esa ignorancia, dijo, le duró por los primeros dos años en los cuales se limitó a hacer su trabajo. Al cabo de los dos años, acató una orden, por decisión “impulsiva”, de ir a Japón.

“Pensando, bueno, todo lo que me prometieron… Me prometieron educación; es imposible estudiar en los primeros cuatro años, por el trabajo, por más que traté sólo logré 12 créditos. La segunda promesa que se me hizo, que también fue una promesa vacía, fue trabajar en una tecnología avanzada que me iba a dar trabajo, pero trabajé en un sistema de tecnología de hace 25 años. Yo quería hacer limonada con los limones que me cayeron”.

Así se fue a Japón donde, desde el momento en que llegó, comenzó a sentir en la calle el rechazo a su presencia. Confesó que cuando visitaba alguna ciudad la gente lo insultaba y él lo atribuía a ignorancia. No obstante, comenzó a leer y a buscar información sobre la historia y la situación de Japón. Fue a raíz de esa búsqueda que tomó conciencia de la ley internacional, lo ocurrido después de la Segunda Guerra Mundial, de la ilegalidad de la guerra en Irak y por qué del rechazo de los japoneses a la presencia militar.

Confesó que encerrado en el buque en el cual servía, el USS Bohomme Richard, algo comenzó a pasar dentro de sí. Se dio cuenta de la situación en Irak, recordó el racismo que vivió en Estados Unidos, conoció sobre los efectos del uranio enriquecido sobre los niños y militares de la primera guerra del Golfo. “Es imposible que una persona con conciencia acepte que eso está pasando en su nombre”, se dijo y a su vez pensó que no lo podía permitir y que tenía que hacer algo, como una penitencia por el tiempo que había colaborado.

Luego de toda esa experiencia, el buque regresó a California y es cuando decide declararse objetor por conciencia. Sus próximas instrucciones eran abordar el buque para transportar a infantes de marina al Golfo Pérsico para de ahí llegar a Irak. Pablo admitió que él no estaba en peligro y que recibiría alrededor de $10 mil dólares libre de impuestos por ese trabajo. Pero pudo más su conciencia, “se trataba de ser parte de la guerra, llevar muchachos a matar y morir y a perder sus almas y sus conciencias”, expresó.

Luego de su experiencia militar, Paredes considera que sus deseos e intenciones de estudiar literatura no son muy apropiados para lo que le interesa ser, maestro para ayudar a otros jóvenes a tomar conciencia. Considera que tal vez la historia y las ciencias políticas sean mejor materia para sus propósitos, comentó. En la actualidad, Pablo lleva un caso civil en contra de la Marina para que le reconozcan en su licenciamiento la razón de objetor por conciencia y que su caso sirva de base para otros jóvenes que de seguro han despertado a los mismos sentimientos.

Cándida Cotto
CLARIDAD

ccotto@claridadpuertorico.com


Tomado del Periódico Claridad.