Por Maritza Díaz Alcaide / maritza.diaz@primerahora.com 03/21/2013 |
La guerra ha sido objeto de críticas y denuncias, puesto que inicialmente Washington aseguró que Irak poseía armas de destrucción masiva, aseveración que resultó ser falsa, según confirmaron las propias fuerzas en las postrimerías del conflicto bélico. (Archivo)
Ayer se cumplieron 10 años del inicio de la guerra de Irak. El conflicto bélico terminó, pero para Carlos Labarca la vida sigue siendo una batalla.
Una batalla continua para restaurar su cuerpo herido, para aprender a ser papá, para reaprender a ser esposo.
El soldado sale de la guerra a la que fue a combatir contra un enemigo, pero regresa a casa donde tiene que lidiar con una segunda guerra –sobre todo si resultó herido, si quedan secuelas psicológicas de la experiencia–, aunque afortunadamente ahora Labarca emerge victorioso.
El soldado boricua estuvo año y medio en una silla de ruedas luego que un mortero lo alcanzara a él y a otros seis de su grupo. Hoy este puede caminar, aunque todavía busca auxilio en la silla.
“¡Carlitos, Carlitos, Carlitos!”, recuerda Labarca que le gritaba su capitán, quien estaba seriamente herido, con parte de sus vísceras fuera del cuerpo.
Herido también, Labarca no sabe cómo sacó fuerzas y dio con las llaves de un Humvee, en el que transportó al oficial militar. Él condujo.
Entrevista al sargento Carlos Labarca, veterano de la guerra de Irak
El conflicto bélico terminó, pero para Carlos Labarca la vida sigue siendo una batalla.
En Irak, también le tocó ser parte del grupo de policías militares que sustituyeron a otros soldados acusados de haber cometido torturas y abusos contra los prisioneros de la tristemente recordada prisión de Abu Ghraib.
¿Fue a deshacer en parte lo malo que habían hecho otros?
Labarca contesta en la afirmativa y dice que ser puertorriqueño de cierta manera lo ayudó en esa tarea “porque a los puertorriqueños nos crían de forma tal que somos buenos”.
“La mente del ser humano está hecha para autoprotegerse”, dice, por otra parte, respecto a un conflicto que para el bando americano y sus aliados se caracterizó por ser carente de un “enemigo” claramente identificable. En otras guerras solo bastaba con mirar el color y diseño del uniforme del otro.
Labarca fue víctima, además, del llamado traumatic brain injury (TBI) o trauma cerebral severo, condición médica con la que llegó el 40% de los soldados de Estados Unidos, según Sonia Santiago, de Madres Contra la Guerra.
En el Hospital de Veteranos de Puerto Rico no supieron atenderle esa dolencia y tuvo que irse a Estados Unidos para que le dieran tratamiento.
¿Qué usted le recomendaría a un joven que, como usted hizo, a los 18 años quiera ingresar al Ejército?
“La pregunta también me la han hecho de otra manera, ¿dejaría que mis hijos vayan al Ejército? Mi consejo a los muchachos es que se informen bien. Ahora tienen muchos medios para tomar decisiones, tienen la Internet y consejería en las escuelas. Decisiones como esa las van tener que cargar toda la vida, como me sucedió a mí”, dijo el bayamonés de 42 años, quien entiende que a los 18 “no se miden consecuencias, nada para uno”.
“Estoy aprendiendo a ser papá; estoy cambiando el switch de soldado a civil… Han pasado 10 años, pero ese proceso es un poquito lento. ¿Olvidar todo? Siempre se trata, nunca se puede”, indicó.
“Al sol de hoy, no me puedo sentar de espaldas a una puerta. Cuando entro a un sitio, necesito mirar todo primero… Mi familia, mi esposa, mis hijos (tiene tres niños), me ayudan en eso”, cuenta Labarca.
Carmen Hernández recibe el décimo aniversario de la guerra de Irak con un profundo dolor. En esa guerra murió su hijo Francisco G. Martínez Hernández el 20 de marzo de 2005.
Tenía 20 años y apenas llevaba siete meses en el teatro de guerra. Murió de un disparo de un francotirador.
Francisco vivía con su mamá, pero se había ido a los Estados Unidos a terminar su escuela superior. Culminada la high, a las dos semanas, se enlista con solo 18 años.
“Pienso que esa guerra fue innecesaria. Se llevaron a muchachos demasiado jóvenes e inexpertos, aunque ellos (el Ejército) tienen personas altamente cualificadas que llevan años entrenando”, sostuvo Hernández, quien –por otra parte– reconoce que el trabajo del soldado es como el de los policías y los bomberos, muy arriesgado.
“Un muchachito que lleva dos años en el Army no tiene la misma experiencia que un hombre que lleva allí 15 años”, medita Carmen, quien critica que a los jóvenes no les presenten la realidad de la guerra, sino los beneficios de enlistarse.
“Hay que darle otras opciones a nuestra juventud”, dijo.
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