Las armas estadounidenses que pacificaron Faluya y envenenaron a una generación
En el discurso anual del estado de la nación, el presidente Barack Obama declaró que "la guerra de Iraq está tocando a su fin" –al menos para los estadounidenses, que se marchan "con la cabeza bien alta" porque "hemos cumplido con nuestro compromiso".
Sin embargo, para millones de iraquíes, la guerra está muy lejos de terminar. De hecho, para un creciente número de familias de las ciudades que han sido prácticamente destruidas durante los años de terrorismo y contraterrorismo, la crisis no ha hecho más que empezar. Como un iraco-estadounidense manifiesta: "[…] Sólo porque nosotros [los estadounidenses] no prestemos atención eso no significa que el resto del mundo no la preste".
Según los estudios realizados y los testimonios, Faluya –prácticamente borrada del mapa por la artillería pesada estadounidense en dos gigantescas ofensivas llevadas a cabo en 2004– está padeciendo un asombroso aumento de malformaciones congénitas. La situación recuerda a los informes similares que sobre la ciudad de Basora empezaron a circular después de la Guerra del Golfo de 1991.
La letanía de horrores es desgarradora: los niños nacen con un ojo en medio de la cara, les faltan miembros, demasiados miembros; sufren daños cerebrales, padecen cardiopatías y carecen de genitales.
En marzo de 2010, John Simpson de la BBC realizó visitas a diferentes clínicas de Faluya y tras ello afirmó: "Nos han dado detalles de docenas y docenas de casos de niños con graves problemas congénitos […] Vi una fotografía de un recién nacido con tres cabezas". Después, en el mayor hospital financiado por EEUU, vi una larga cola de padres que llegaban con bebes que padecían problemas en los miembros, en la columna vertebral o que tenían otros problemas. Las autoridades de Faluya informaban a las mujeres de que no tuvieran ningún hijo.
Ayman Qais, director del Hospital General de Faluya, declaró a The Guardian que trataba a dos bebés al día, en lugar de los cuatro que trataba al mes en 2003. "La mayoría de las deformidades se producen en la cabeza y en la columna vertebral, pero también se producen muchas deformidades en los miembros inferiores", declara. "Además, se está produciendo un alarmante aumento del número de casos de niños menores de dos años con tumores cerebrales".
En la comunidad científica y médica y entre el personal sanitario está ampliamente aceptado el hecho de que la guerra es la culpable. La presencia de armamento usado, basura y restos de armamento, la quema generalizada de los restos en las fosas de las bases estadounidenses, junto con los incendios de los pozos de petróleo han dejado un legado tóxico que ha contaminado el aire, el agua y el suelo de Iraq.
"Estoy seguro de que hemos destruido Iraq", afirma Adil Shamoo, bioquímico de la Universidad de Maryland, especialista en Ética Médica y Política Exterior. Shamoo, iraco-estadounidense, considera que es de "sentido común" relacionar los problemas de salud de la población iraquí con los incansables bombardeos de sus pueblos y ciudades y con la contaminación posterior a las guerras y la ocupación.
El Departamento de Defensa estadounidense no está de acuerdo y rechaza que el ejército tenga la culpa de las enfermedades crónicas, las malformaciones congénitas y las altas tasas de cáncer entre la población local y entre su propio personal de servicio que estuvo expuesto a los mismos elementos. Los mandos de Defensa no contestan a las llamadas ni a los correos electrónicos para responder a lo que en este artículo se plantea.
"Las fechas de los casos de malformaciones congénitas indican que podrían estar relacionadas con una larga exposición a la contaminación asociada a la guerra", afirma el informe. "Muchos conocidos contaminantes de guerra tienen el potencial de interferir en el desarrollo normal embrionario y fetal".
Otro reciente artículo titulado "Cancer, Infant Mortality y Birth Sex-Ratio in Fallujah, Iraq 2005-2009" [Cáncer, mortalidad infantil y ratio de nacimientos por sexo en Faluya, Iraq entre 2005 y 2009] publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health en julio de 2010, llevó a cabo una investigación, puerta por puerta, con 4.843 residentes de Faluya en 711 hogares. Dando por sentado que tales estudios tienen sus límites, los autores resaltaron hechos innegables, entre ellos una reducción del 18 por ciento en los nacimientos de niños después de 2004 y un pico en la mortalidad infantil.
"Los resultados que se muestran aquí no arrojan ninguna luz sobre la identidad de los agentes o del agente causante del incremento de las enfermedades pero aunque hemos prestado gran atención a la exposición al uranio empobrecido como uno de los principales y potenciales elementos, debe de haber otro posibles causantes", afirman los autores.
En realidad hay múltiples factores contaminantes pero el uranio empobrecido ha sido desde siempre el primer sospechoso. El uranio empobrecido es un metal pesado, denso, altamente tóxico y radiactivo que el ejército usa regularmente para recubrir y hacer más penetrante el armamento. Los tanques Abrams y los vehículos de combate Bradley del ejército llevan tanto en su recubrimiento como en su munición uranio empobrecido. Además de una mayor penetración, la munición con uranio empobrecido causa un daño añadido porque en el momento de la colisión con el objetivo se incendian.
Después de un combate, las carcasas de los tanques y la munición de uranio empobrecido que ha quedado –haya explotado o no– provoca radiación y las minúsculas partículas del metal pesado se convierten en polvo que puede viajar largas distancias a través del aire. Este polvo, afirman tanto los médicos como los científicos especialistas en medio ambiente, es mortal si se inhala.
Se calcula que después de la Primera Guerra del Golfo Estados Unidos dejó 320 toneladas de uranio empobrecido en el campo de batalla. Los ataques estadounidenses con de uranio empobrecido producía 1.300 veces más radiación que la encontrada en la tierra, lo que provocó que el sonido discontinuo del medidor Geiger se convirtiera en un pitido continuo.
Tener un panorama preciso de cómo las fuerzas estadounidenses han utilizado el uranio empobrecido en Iraq es imposible. El 14 de marzo de 2003, en una nota de prensa –a menos de una semana de la invasión– el coronel James Naughtoon del Comando de Material del ejército estadounidense presumía de lo que los iraquíes "quieren el uranio empobrecido muy lejos porque nosotros les dejamos la basura" en la batalla de los tanques de 1991. "Sus soldados no están muy contentos con la idea de salir, básicamente, en los mismos tanques con algunas pequeñas mejoras y coger los Abrams otra vez".
Uruknet/IraqSolidaridad