David Albandoz dijo que no quería montarse en la nave porque sabía que necesitaba reparaciones.
"Parece que un pedazo de lata valía más que las nueve vidas que llevaba el avión".
Ese pensamiento perturba la mente de Pedro Sanabria, amigo y vecino del copiloto David Albandoz, unos de los fallecidos en el accidente aéreo de la Guardia Nacional de Puerto Rico que cobró la vida de nueve militares boricuas el miércoles en Savannah, Georgia.
Y es que, según asegura, Albandoz le había comunicado el día antes de la tragedia que no quería abordar el avión WC-130 Hércules por necesitar reparaciones.
"Yo le envié un text a él para saber cómo estaba todo y me dijo que había pasado un buen susto, porque ese avión lo habían llevado desde Nashville, Tennessee, hasta Savannah, Georgia, que es un vuelo corto. El avión ya venía mal y se despresurizó. Me dijo que habían logrado aterrizar de milagro", contó a Primera Hora el ingeniero eléctrico con residencia en Alabama.
En llanto recordó que David le dijo que "no quería montarse en ese avión… estaba en mal estado", y durante la escala llamó a su esposa, quien no pudo responderle.
"Cuando llegaron a Nashville tenían poco tiempo y no pudo encontrarse con su esposa… Él dio la voz de alerta, sugirió que no volaran en ese avión, que lo desarmaran y se lo llevaran en camiones hasta Arizona… Parece que un pedazo de lata valía más que las nueve vidas que llevaba el avión", cuestionó.
En el accidente también fallecieron José R. Román Rosado (piloto en comando), Carlos Pérez Serra (navegante), Jan Paravisini (mecánico), Mario Braña (ingeniero de vuelo), Víctor Colón (life support), Eric Circuns (maestre de carga), Roberto Espada y Jean Audriffred.
A Albandoz, segundo teniente con 16 años de servicio y quien vivía en la ciudad de Madison, Alabama, le sobreviven su esposa Nicky, de ascendencia rumana, y la niña de ambos, de tres años de edad..