TOA BAJA - En julio del año pasado, los miembros del Batallón 130 de Ingeniería de Combate de la Guardia Nacional de Puerto Rico salieron hacia Irak a cumplir su parte en la prolongada guerra estadounidense en aquel país.
Ayer, al regresar a casa, la alegría no fue completa.
Faltaba uno.
El sargento Julián Inglés, un miembro de esta unidad, perdió la vida en una explosión en Bagdad, la capital iraquí, el 2 de agosto de este año. Ayer, en el ansiado regreso, en sus compañeros se mezclaron las lágrimas de alegría por estar de vuelta en casa, con las que produjo el dolor por el compañero de batalla que no volvió de la guerra.
El sargento Víctor Hernández fue uno de los que sacó un momento de la alegría de reencontrarse con los suyos para recordar a Inglés, así como a un estadounidense que se unió a su grupo de trabajo en Bagdad y que también falleció en combate.
"Fueron dos pérdidas innecesarias en una guerra que no tiene sentido", dijo Hernández, luego de que la tropa observara un minuto de silencio por la memoria de Inglés, natural de Añasco y quien murió a los 52 años.
El Batallón 130 tenía en Irak una misión realmente peligrosa: desactivar artefactos explosivos de los que se encuentran por miles en el país que Estados Unidos invadió en marzo de 2003 y del que no ha podido salir.
El ayudante general de la Guardia Nacional de Puerto Rico, el coronel David Carrión Baralt, reconoció que pocas de las unidades puertorriqueñas que han estado en Irak han tenido misiones tan delicadas como las de la 130.
"Esta es una de las misiones más peligrosas en las que ha participado Puerto Rico", afirmó Carrión Baralt.
El 130 tiene 434 miembros. Ayer, regresaron a la Isla 393, porque, aparte del fallecimiento de Inglés, 40 recibieron heridas de diversa consideración en combate y habían vuelto ya.
Emotivo recibimiento
El recibimiento, que tuvo lugar en el coliseo municipal de Toa Baja, estuvo repleto de momentos emotivos.
El pequeño Jahaziel López, de un año y un mes, desconocía que pronto conocería a su padre: el sargento Carlos López. Su progenitor no lo veía desde octubre del año pasado, cuando, gracias a la Cruz Roja, pudo trasladarse de emergencia a la Isla desde Irak, para estar con su bebé, que sufrió serias complicaciones de salud.
Tras su nacimiento, el niño de cabello y ojos oscuros tuvo que permanecer diez días en la Unidad de Intensivo Pediátrico ya que, según relató su madre Gladimell Nieves, el menor "se quedó respirando al ritmo de la barriga", lo que le creó problemas de respiración.
Otra que acudió al recibimiento lo fue Josefina Acevedo, de 93 años, quien esperaba a su único hijo varón, Carlos Daniel Aguilar, de 47 años. "Estoy contenta, imagínate, porque estuve preocupada, como toda madre", dijo la nonagenaria que lucía serena y segura de, al fin, "poder abrazar" a su vástago.
La ansiedad por ver a sus seres queridos tuvo su pico justo a las 4:00 p.m., cuando un militar anunció por el altoparlante que los soldados habían llegado.
Los soldados fueron bajando a toda velocidad de las diez guaguas que los trajeron y haciendo formación para entrar al Coliseo.
Al ver a su familia, el soldado Héctor Ríos no pudo más con el protocolo militar. Rompió la fila en la que marchaba y se desprendió de la mochila que cargaba en su espalda para abrazar a su esposa Sofía Rodríguez, a sus cinco hijos y a sus padres, entre otros familiares. "El verlos otra vez... es algo que no puedo explicar en palabras", dijo un lloroso Ríos.
"Ahora voy a recuperar ese año que estuve lejos de ellos", afirmó.
Por: Marga Pares Arroyo / END