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AURORA RIVERA ARGUINZONI / arivera@elnuevodia.com
De su madre, Dolores, le viene a Sonia Santiago Hernández el respeto a la vida. Ella fue el primer modelo de entrega, entereza y determinación que tuvo esta mujer, portavoz de "Madres contra la guerra".
Doña Lola tenía nueve años cuando quedó huérfana de madre y tuvo que dejar la escuela para ayudar a criar a sus ocho hermanos. La niña, que entonces tenía que subirse a un taburete para poder cocinar, retomó su vida luego de que el menor de todos fuera reclutado por el Ejército de Estados Unidos. Posteriormente se casó -con Antonio Santiago- y a los 42 años tuvo a su única hija.
Sonia recuerda que de niña acompañó a su madre en un recorrido casa por casa buscando endosos a una carta en oposición al paso de un gasoducto por el centro de Naranjito, su pueblo. "Yo me moría de la vergüenza", confiesa. La iniciativa de doña Lola les llevó más tarde a viajar en carro público a San Juan para visitar el Capitolio, La Fortaleza y la sede del desaparecido periódico El Mundo. Tras la visita del periodista, la polémica recibió atención pública y la comunidad logró detener el proyecto.
Aquella mujer -que el 1 de abril cumple 100 años- también transmitió su profunda fe cristina a Sonia, quien desde joven realizó labor voluntaria. Ésta, tras graduarse de escuela superior, ingresó a la Universidad de Puerto Rico a estudiar psicología en plena era de la Guerra de Vietnam. Allí se integró a la celebración de misas junto a los padres jesuitas y a la Juventud Universitaria Católica (JUC).
"Con la JUC viajo a República Dominicana, a Islas Vírgenes y acojo la Teología de la Liberación y nunca olvido la frase que me ha servido de guía toda la vida y es 'el hombre como sujeto de su historia no como un objeto de su historia'. Hacemos nuestra historia personal, familiar, comunitaria, planetaria", plantea.
En 1969 participó junto a otros jóvenes en una huelga de hambre. Se oponían a la guerra y a la presencia del ROTC en el recinto. También presidió el Consejo de Estudiantes de Psicología y fue vicepresidenta del Consejo de Estudiantes de Ciencias Sociales.
A los 19 años se casó y tuvo dos hijos antes de marcharse a Estados Unidos tras ser becada por la American Psychological Association (APA) para realizar su doctorado en psicología clínica en la Universidad de California, en Los Ángeles.
La ya esposa y madre se sumó al movimiento de apoyo a los pueblos de El Salvador y Guatemala durante el conflicto de los "contras". Su labor se centraba en recaudar fondos para dos orfanatos, pero la misión la llevó a estos países a entregar ropa, juguetes y ayuda médica, esto último clandestinamente pues el gobierno entendía que proveer ayuda médica era apoyar a la guerrilla.
"No me olvido nunca que íbamos por los campos de El Salvador recogiendo bebés recién nacidos que estaban en zonas de guerra y los llevábamos al orfanato. Y en Guatemala acompañé familiares a recoger y buscar a sus desaparecidos en hospitales y cárceles porque si iban ellos solos los desaparecían también", narra.
De regreso en Puerto Rico, donde nacieron sus dos hijos menores, trabajó como psicóloga clínica y formó parte de la Junta Examinadora de Psicólogos. Hace siete años se unió a la Universidad Carlos Albizu, donde dirige el Programa de Asistencia Psicológica a Víctimas del Crimen. "Este es un programa que tiene el compromiso de cooperar con Fiscalía para que las víctimas pasen de la victimización a la supervivencia y colaboren con el proceso judicial", detalla la doctora. Explica que las víctimas muchas veces se bloquean y ello impide que sus victimarios sean procesados debidamente.
Su segundo hijo terminó un bachillerato en educación y luego de esperar durante meses por la llamada del Departamento de Educación decidió enlistarse. Lo hizo a espaldas de sus padres, desesperado porque comenzó a recibir cartas de cobro por sus préstamos estudiantiles.
En este punto Sonia anticipa una pregunta lógica. "Te preguntarás cómo es posible que un hijo mío se haya inscrito (en el Ejército)", acertando en su planteamiento.
"Los reclutadores son muy mañosos y tienen muchos cantos de sirena que embaucan a la juventud", expresa. Su hijo firmó un contrato de ocho años y al poco tiempo Estados Unidos declaró la guerra a Irak, donde pasó 18 meses.
"Yo me iba a morir", asegura Sonia. "Pero yo transformé esa indignación y esa angustia en acciones de paz". Así, el 1 de mayo de 2003, nace "Madres contra la guerra" y ya agrupa a más de 200 familias.
Su condena al conflicto bélico se tornó más sonoro y ahora se proyecta por partida doble porque su hijo, veterano ya, lucha contra las heridas físicas y emocionales que le produjo la conflagración en suelo iraquí. Además, muy a su pesar, las guerras no terminan. Concluida esta entrevista, Sonia Santiago partió apresurada a otra cita, esta vez junto a grupos que se proponían denunciar los ataques del ejército de Israel contra palestinos en Gaza.